Mientras la depresión en los adultos posee unas características más definidas, ampliamente conocidas, en los niños los síntomas son mucho más variables.
Esto da lugar a que el diagnóstico sea más complejo y que requiera un estudio cuidadoso que sea realizado por un experto a fin de evitar tanto los errores diagnósticos, como el sobrediagnóstico.
Síntomas como el rechazo a ir a la escuela, que el niño se enfade con facilidad, molestias digestivas, pérdida de apetito, dolores de cabeza, pueden formar parte del cuadro, en combinación con los síntomas de tristeza, falta de ganas de comunicarse, escasos deseos de jugar o hacer deporte, etc.
Las características del pensamiento del niño, la importancia de la imaginación, la fantasía, son muy diferentes a las del adulto, que posee un mundo racional y emocional ya consolidado, por lo que la expresión de la depresión es también diferente.
Los síntomas son más variables en el niño porque, además, se ha de tener en cuenta que la depresión aparece en una personalidad aún no formada. El conjunto de síntomas irá variando con el proceso de crecimiento y con las distintas etapas madurativas.
Para diagnosticar la depresión infantil es importante analizar con atención los factores ambientales que rodean al niño (familia, escuela, amigos…). Se ha de poner especial atención en las experiencias vitales del niño, como puede ser el duelo por la muerte de un familiar próximo, la separación de los padres, conflictos en el seno de la familia. Tiene especial relevancia la propia presencia de depresión en los padres.
Por supuesto hay que analizar también los antecedentes genéticos familiares y descartar siempre la existencia de enfermedades físicas previas que puedan haber debilitado al niño como puede ser infecciones por mononucleosis infecciosa…
Dra. Dori Espeso Montagud
Psiquiatra. Colegiada Nº 5049
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